domingo, 18 de noviembre de 2012

Sobre la inefectividad de las huelgas generales

Esta semana hemos tenido una huelga general. Ha sido la novena de la democracia, y es especial en el sentido de que ha sido la primera vez que en un año se han dado dos convocatorias de este tipo.

Y probablemente tengamos más huelgas durante esta legislatura. La verdad es que motivos no faltan. Principalmente por la reforma laboral, la falta de control con las energías y gasolinas, las constantes amenazas a las pensiones, el repago sanitario (paso de llamarlo copago), las amnistías fiscales, las ayudas a la banca mientras éstas deshaucian sin piedad, el cachondeo montado con la ley de los deshaucios... La lista es interminable. Y si además ahora se aproxima una reforma de justicia que ha puesto la voz en el cielo a todos los miembros de la justicia española (por una vez abogados, fiscales y jueces se han puesto totalmente de acuerdo), dejándonos probablemente sin la capacidad de una defensa gratuita y de calidad, no creo que sea adivino cuando digo que el año que viene tendremos por lo menos otra huelga como protesta por las políticas que están llevando a cabo desde Moncloa.

Pero desgraciadamente no creo que todas estas protestas vayan a servir para algo. No voy a hablar de los posibles resultados que se pueden interpretar por uno y otro bando, ni acerca de la verdadera legitimidad de los sindicatos cuando la convocan, ya se ha opinado suficiente sobre el tema. Lo que cuestiono es el verdadero efecto que va a tener sobre nuestros gobernantes. Sé que es una forma muy triste de ver las cosas, pero es mi opinión. Y a los datos me remito. Nicolás Sarkozy encajó cinco convocatorias (por lo menos, no estoy seguro del número total, por lo menos cinco), y la única manera efectiva de que abandonara su programa de medidas fue su derrota electoral. He perdido la cuenta de las huelgas generales que están llevando a cabo los griegos y los portugueses ¡y sus gobernantes siguen ahí y manteniendo la misma política! En Italia no pararon de protestar por las políticas de Berlusconi, y la única forma de quitarlo de enmedio fueron las presiones que recibió del exterior de su país para que renunciara a su cargo.

Creo que todos estos movimientos no tienen tanta repercusión como deberían. Para empezar, está muy claro que sólo se van a mover cuando se vean amenazados. Eso significa que aunque puedan ver las huelgas generales como una contrariedad, no creo que las teman mucho como para que echen atrás su forma de gobernar. El ejemplo más claro es precisamente la rapidez con la que se han movido con el tema de los deshaucios, aunque hayan hecho falta tres suicidios (uno en Barakaldo, otro aquí en Granada y el último en Córdoba): No han importado las protestas que durante varios años (independientemente del partido político en el gobierno) han tenido lugar en toda España solicitando una ley que protegiera a las personas que vivían en las casas embargadas, y sólo cuando su imagen o la imagen de los bancos y cajas ha sido verdaderamente amenazada (podrían quedar como poco menos que criminales) se han puesto en marcha. Y bueno, ya veremos cómo funciona esta ley, porque tal y cómo está planteada va a proteger a muy poca gente.

Otro ejemplo claro han sido las huelgas de celo. En muchos trabajos los trabajadores sencillamente se han atenido a la letra del contrato y no han realizado las tareas que sus empleadores estaban acostumbrados a encomendarles. Aunque eso sea poca cosa, ha conseguido ablandar a más de un empresario para sentarse a negociar. Es una medida muy interesante, porque se aprovecha de la visión del empresario medio, que ve que lo que no se ha ganado se ha perdido.

Pero de todas formas, el ejemplo más claro que he visto de una protesta  eficaz para cambiar la forma de pensar de los politicos es el boicot a determinados productos o servicios. El más famoso ocurrió hace más o menos siete años. Ocurrió cuando Madrid se estaba presentado para los juegos olímpicos que más tarde se llevó Londres. En mitad de la campaña para conseguir la candidatura al señor Josep-Lluis Carod Rovira (por aquél entonces secretario de Esquerra Republicana de Catalunya) se le ocurrió apoyar directamente a Londres en perjuicio de Madrid. La respuesta de los empresarios madrileños no se hizo esperar. Hicieron bloque y provocaron un boicot total de los productos catalanes en Madrid que además coincidía con el inicio de la campaña de navidad. El resultado fue mágico: No sólo Carod Rovira guardó silencio durante una buena temporada sino que además los políticos del resto de nuestro país en pleno tuvieron que salir en defensa de los productos catalanes. Es evidente que tuvieron que recibir muchas presiones para cambiar de semejante forma su forma de opinar.

Evidentemente creo que es importantísimo moverse contra toda esta clase de desmanes, porque si les dejamos campar a sus anchas no va a haber forma de pararles los pies. Ésa es la razón por la que fuí a la manifestación del miércoles por la mañana, a protestar por todas esas medidas que, aunque puede que no me afecten directamente, seguro que me acabarán afectando cuando la gente de mi alrededor sea afectado por toda esta situación. Pero el hecho de que las huelgas ya no provoquen ni el resultado ni el seguimiento que tenían antes debería hacer pensar a los sindicatos y demás fuerzas sociales que este tipo de protestas ya no sirven y que se debería hacer un análisis de la sociedad y de su funcionamiento para llevar a cabo formas de protesta que sean más efectivas aunque menos tradicionales para conseguir sus fines.

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