domingo, 18 de julio de 2010

El negocio de la necesidad


En esto de la libertad del mercado, de todo se hace ya negocio. De la comida, de la ropa, de las casas, de aquellos productos necesarios para la vida diaria de las personas y que sin los cuales la vida sería mucho más difícil.

Y aunque no es malo que el mercado se ocupe de que los empresarios satisfagan las necesidades básicas de los consumidores, también es cierto que no podemos entregarle el poder total y absoluto a este.

Desgraciadamente no todo lo que se produce llega con un precio justo al que más lo necesita. Ni todo el precio que el consumidor paga llega integramente al que produce la mercancía.

Veamos sino lo que pasa con multitud de productos alimenticios, ya sea aquí en España o peor todavía, en países en desarrollo. Los agricultores cultivan sus productos y reciben un precio por ellos que apenas cubre parte de sus costes.

Sin embargo el consumidor paga entre 2 y 10 veces más que lo que el agricultor percibe. ¿Dónde se eleva tantísimo el precio? ¿Quién se lleva la mayor parte de los beneficios?

Las cadenas de distribución son en gran parte culpables de esta situación. Abusan de su posición dominante en el mercado para pagar mucho menos al agricultor e igualmente repercuten un precio mucho mayor al consumidor, que el que podrían de no ser tan pocos y poderosos.

Tan miserable o más es la situación que se da en los mercados internacionales con los productos básicos. Todos los productos agrícolas, café, cacao, azúcar, cereal, arroz, etc… cotizan a unos precios en los mercados internacionales y fluctúan en función de la oferta de los países productores y la demanda de los países consumidores.

Esto no tendría más importancia si en estos mercados no se entrometieran Hedge Funds (Fondos puramente especulativos) que apuestan (como si fuera un juego) por la subida y bajada de determinadas mercancías, que ni tienen intención de tocar ni consumir.

Esos fondos juegan con el último céntimo/centavo de subida o bajada de la mercancía para hacer millones. ¿Y a costa de que? De la miseria de millones de personas residentes en los países pobres que no tienen otro oficio que el de cultivar cosechas que esperan poder exportar a los países ricos para que las consuman.

Estas fluctuaciones de los mercados agrícolas pueden causar la ruina económica de países enteros. Recordemos que los países del tercer mundo están por lo general especializados en la exportación de una o varias mercancías concretas que por su genuino clima, solo pueden cultivar en su región. Si miles de fondos especulativos juegan con el precio de estas mercancías, las distorsiones que provocan en las producciones pueden ser terribles de manera que un año puedan estar produciendo el doble de lo normal para el año siguiente no vender nada y arruinarse.

¿Es que no pensamos hacer nada contra este cruento negocio de vidas humanas? Porque esto señoras y señores es pura esclavitud económica.


1 comentario:

  1. Igual ocurre con los biocombustibles, son capaces de hacer pasar hambre a los pobres por sus cochinos centavos, suben los precios, del maiz por ejemplo, y crean además una carencia en alimentos de primerisima necesidad en algunos paises.

    Aquí en España, me ha recordado lo que ocurre con la energia electrica.

    Saludos.

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