Este año 2014 probablemente pasará a la historia por ser uno
de los más sorpresivos a nivel político social y económico de los últimos años.
Tras muchos años de intensa crisis económica, de la que el
gobierno se ha lanzado en tromba a anunciar su final, parece que encaramos una etapa
de recuperación según los progubernamentales y de largo estancamiento según los
críticos.
Sea como sea la crisis económica ha derivado en una
gravísima crisis social provocando un aumento de las desigualdades sociales sin
precedentes.
Así las cosas, parecía natural que las elecciones europeas
de mayo de 2014 se convirtieran en una especie de test sobre la fortaleza
actual del gobierno y la recuperación de la oposición. Sin embargo, durante
estos años se ha ido gestando una especie de odio colectivo hacia lo que
representa el bipartidismo y sus dos exponentes: el Partido popular y el Partido
Socialista. De manera que, lo que estos dos partidos pretendían que fuera se
convirtió de pronto en un plebiscito sobre el bipartidismo y en cierto modo,
sobre el sistema en el que se sustenta.
Si a esto le unimos un clima social cada vez más crispado y
una sensación de corrupción generalizada en la clase política dominante, se
estaba preparando un caldo de cultivo excelente para la emergencia de fuerzas
alternativas a las tradicionales.
Más aun cuando el funcionamiento de las elecciones europeas
propiciaban un clima proclive a experimentos. Unas elecciones en donde no hay
penalizaciones debidas a demarcaciones territoriales, era un estupendo test
para ver la fortaleza del bipartidismo o de las fuerzas alternativas.
De hecho todo apuntaba a que las grandes beneficiadas serían
Izquierda Unida y en menor medida Unión Progreso y Democracia. Y es que había
que reconocerles, especialmente a esta última fuerza, haber sido las fuerzas
motoras del desgaste que marcarían el principio del fin del bipartidismo en
2008, año en el que éste mostró su máximo apogeo.
Sin embargo la radicalización de la crisis económica,
política, social y cultural que vivía y sigue viviendo España, dentro de un
contexto generalizado europeo en donde se percibe al sistema como el problema
esencial de todos los males de éste, fuerzas alternativas, pero que seguían identificándose
con el sistema, aunque recogieron parte del descontento con los dos grandes
partidos, seguían identificándose con el sistema actual que dejaba fuera a
parte de la sociedad española.
De manera que, tras la supuesta pérdida de fuerza de los
movimientos sociales que emergieron con el 15 M era natural que algún partido
canalizara esa frustración con el sistema. Y así, sibilinamente, surgió
Podemos, una imposible heredera del 15 M, imposible pues el propio 15 M rechazaba
la formación de una fuerza política, pero sus políticas y sus reivindicaciones
se han visto en cierto modo plasmadas en una serie de fuerzas y en especial en
la formación liderada por Pablo Iglesias.
Y así las cosas, las elecciones reflejaron una nueva y
potente corriente de opinión antisistema que ninguna de las encuestas
anticipaba antes de las elecciones pero que ha supuesto un verdadero terremoto
en la vida política de este país.
Resultados elecciones europeas 2014. Fuente: el País |
Tal es así, que incluso entre las formaciones pro sistema alternativas, que esperaban beneficiarse
mucho más del descontento con el bipartidismo vieron como de pronto se les
colaba entre medias una fuerza política cuyo ascenso había sido totalmente
meteórico. Pues con solo 5 meses de vida, Podemos conseguía 5 escaños en el Parlamento
Europeo, uno menos que Izquierda Unida y uno más que Unión Progreso y Democracia.
Las elecciones europeas dibujaron entonces un panorama
político enormemente cambiado y muy preocupante para las que hasta ahora habían
sido las fuerzas hegemónicas de este país. PP y PSOE perdían millones de votos
y por primera vez en mucho tiempo no alcanzaban el 50 % del voto emitido.
Especialmente alarmante era el resultado para el PSOE, que a la competencia
tradicional de IU se le unía otra fuerza por la izquierda, pero también para el
PP cuyo desgaste también había sido muy notable incluso cuando esta fuerza no
cuenta con ninguna formación competidora en su espectro ideológico.
Los resultados de este tremendo vuelco electoral fueron múltiples.
En primer lugar hubo una fuerte convulsión mediática en la que,
de pronto vimos como las tradicionalmente enfrentadas corrientes periodísticas
de izquierdas y de derechas se unían para criticar a ese nuevo partido salido
de la nada y que trastocaba el orden político tradicional.
Sus consecuencias también llegaron al ámbito político, en
especial al PSOE, desencadenando un importante relevo que se plasmará en unas
inminentes primarias, pero también en Izquierda Unida con el más que probable
nombramiento de Alberto Garzón como candidato en las próximas generales.
Pero lo más llamativo llegó, no del ámbito de los partidos,
sino de la jefatura del estado. Lo que nadie parecía capaz de parar, el hecho
de que todo el mundo hablara de Podemos y de Pablo Iglesias, lo consiguió el
sorprendente anuncio de la abdicación del rey. Juan Carlos I dejaba el trono a
su hijo Felipe V, abriendo en la sociedad española un debate sobre el modelo de
Estado y entre la monarquía y la república. Debate que por cierto solo se quedó
en eso, pues la gran mayoría de fuerzas se negó a llevar ese debate a las
calles mediante algún tipo de consulta y, en un rapidísimo proceso y con la
sospechosa connivencia entre el PP y un
partido como el PSOE de tradicionales raíces republicanas permitía la sucesión
en el trono sin más problema.
De manera que el próximo año y medio, y hasta las próximas
elecciones generales se presenta un escenario de gran incertidumbre política en
donde todos los partidos están moviendo ficha y acelerando sus procesos de
relevo generacional, cuando no fundacional, para presentarse en las mejores
condiciones a esa cita.
Cita que con toda seguridad se planteará como un plebiscito
entre el actual modelo político mantenido más o menos inalterable durante
cuatro décadas por las fuerzas del sistema (lo que Pablo Iglesias llamaría “la
casta”) y fuerzas antisistema (con su mayor abanderado en “Podemos”) y de por
medio fuerzas políticas que tratan de representar una cierta alternativa más o
menos moderada a lo que hemos visto tradicionalmente en el gobierno.
Todo en un entorno en el que toda Europa se radicaliza,
donde fuerzas antisistema identificadas de extrema izquierda o extrema derecha
cobran cada vez más y más poder y amenazan con poner en jaque el sistema
democrático representativo.
En España, al igual que muchos países del sur, este giro
antisistema ha sido hacia la izquierda. No oculto mi alegría por este
particular viraje, ni mis simpatías, hacia la ideología que la representa.
Pienso que el sistema efectivamente está en crisis. Pero no
por ello debemos verlo necesariamente como un retroceso. Al menos no en este
país. Sino como una oportunidad. Un tiempo nuevo para transitar hacia un
sistema político nuevo. Un sistema más democrático, más representativo de la
mayoría. En donde las decisiones las tomen más los ciudadanos y menos los
representantes. En donde los políticos no hagan cosas a espaldas de la
ciudadanía.
Sí, soy antisistema. No me siento representado por él. Pero
a veces ser antisistema no es malo, en cuanto que abandonar este sistema y
transitar hacia una democracia más avanzada represente ser antisistema. Pues al
igual que los demócratas de 1975 eran antisistemas del sistema dictatorial de
Franco, muchos de los antisistema de ahora, lejos de la tópica imagen que la
propaganda mediática se ha ocupado de propagar, son gente normal que lo único que
pretende es que la política evolucione hacia un sistema democrático más
participativo. Esperemos que 2015 represente el inicio de una auténtica segunda
transición.
"Pienso que el sistema efectivamente está en crisis. Pero no por ello debemos verlo necesariamente como un retroceso. Al menos no en este país. Sino como una oportunidad. Un tiempo nuevo para transitar hacia un sistema político nuevo. Un sistema más democrático, más representativo de la mayoría."
ResponderEliminarLa izquierda no me representa. ¿Ha surgido algún partido de derechas? Pues eso.
España me cansa.