Los atentados de radicales fundamentalistas en países árabes alimentado por la atención mediática exagerada que se ha dado desde occidente (sobre todo desde los atentados del 11S) ha hecho calar, entre la gente, ese discurso de, musulmán árabe igual a terrorista. Amparandose en ese discurso, han proliferado multitud de partidos de ideología radical, xenófoba y racista cuyo apoyo no para de crecer.
Todo esto, como si en Europa fuéramos inmunes a las actitudes fundamentalistas y terroristas. Como si el odio y el terror fuera cosa de otras culturas o razas más primitivas contra las que tuvieramos que luchar. Hasta el punto de poderse escuchar auténticas barbaridades, y no solo de gente de la calle, como que el Islam promueve la violencia y el terrorismo.
En mí cruzada contra las actitudes fundamentalistas hacia cualquier tipo de manifestación política, cultural y religiosa, no me he cansado de repetir que el problema no son las religiones o los políticos, sino las actitudes que las personas tienen hacia estas facetas de la vida.
Desgraciadamente la confirmación de que el fundamentalismo no es cosa exclusiva de una religión ha llegado a Noruega en forma de atentado y masacre con cerca de 100 muertos.
El terrorista asesino confeso, el tal Anders Behring Breivik era un fundamentalista cristiano simpatizante de la extrema derecha que profesaba un odio radical hacia todo lo musulman y lo multicultural.
Sin embargo sería totalmente injusto afirmar que el Cristianismo promueve el odio y la violencia. Por qué entonces hemos de escuchar esos discursos acerca del Islam u otras religiones.
Porque las religiones promueven un profundo espiritualismo y un gran respeto hacia la vida humana, y aun cuando uno no profese ni crea en Dios alguno, tampoco es justo culpabilizar o condenar a una religión por las barbaridades que algunos hombres hayan hecho en nombre de ella.
Puesto que en nombre de las religiones se han hecho las mayores barbaridades y genocidios de la historia, permitido dictaduras y provocado guerras interminables y absurdas.
El problema no está en las religiones, los partidos políticos o las ideologías. El problema está en las actitudes que determinadas personas tienen hacia estas. De vivir por y para una idea, religión, partido, equipo, etc… y odiar al extremo todo aquello que se aleja de lo que consideramos la norma, lo usual, la costumbre. Eso es el fundamentalismo en esencia.
Lo que quiero hacerles ver es que no es algo lejano y distante propio de supuestas civilizaciones o países atrasados. Esas actitudes están muy presentes en todas partes, da igual lo rico y supuestamente evolucionado que esté un país. No podemos ni podremos escapar de estas actitudes fundamentalistas si seguimos fomentado un clima de odio e intolerancia.
Porque en España hay fundamentalistas y muchos. Aunque no como nos los pintan los medios de comunicación. Se disfrazan detrás de un partido político, una religión, un equipo de fútbol o un ídolo musical. ¿O es que acaso no han visto nunca un fanático del PSOE o del PP? ¿Acaso no conocen a anti cristianos o anti musulmanes? ¿Ultras del Madrid o del Barça? ¿Fans de Michael Jackson o de los Jonas Brothers?
Todos tienen en común lo mismo. Su actitud radical hacia lo que creen.
¿Entienden lo que quiero decir? Está bien tener y defender tu ideología, tus creencias, tu equipo de fútbol, o tu ídolo musical. Pero no te obsesiones con ellos u odies a todo aquello que no comparta tus aficiones, gustos o creencias. Porque llevado al extremo, podrías estar cultivando un loco demente en tu interior, como ese terrorista noruego que en nombre de una religión y una ideología ha asesinado, injustificablemente, a tantas personas.
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