miércoles, 30 de diciembre de 2009

Volverán los errores de siempre


La crisis parece que toca a su fin. Y digo parece porque ya saben ustedes como funcionan estas cosas de la economía: el futuro depende siempre de una pizca de realidad y otra de las expectativas.

Y aunque la realidad nos dice que ninguna de las razones que nos llevaron a la crisis ha sido corregida, lo cierto es que todo el mundo espera (a eso le llamamos expectativa) que el año que viene sea mejor.

Indudablemente, bajo esa expectativa, las cosas mejorarán. Más para unos que para otros, como siempre ocurre en el sistema capitalista. Siempre habrá unos ganadores y unos perdedores, y normalmente los resultados no se rigen por criterios solidarios o equitativos.

El que más tiene, más gana, así ha sido siempre, y por desgracia tras asistir a la peor de las crisis desde 1929, así será siempre.

Comienza la recuperación económica. Ya ha empezado en algunos países y en otros, como España, tarde o temprano, acabará por llegar, independientemente de que las cosas se puedan haber hecho bien o mal. Pues en las cosas de la economía, siempre hay una parte de inercia. Y en un mundo donde todos tiran hacia arriba, nos veremos ineludiblemente arrastrados o impulsados a una recuperación.

Eso es bueno, por supuesto que a nadie les gusta las crisis pues nos afectan a todos, y en especial a los que menos tenemos. Pero las crisis suelen ser un periodo de reflexión, de maduración, para ver lo que se ha hecho bien y lo que se ha hecho mal. Y me voy con la sensación, de que no hemos aprendido ni hemos madurado. No lo digo por los españoles, en concreto, aunque seamos probablemente los que más deberíamos haber reflexionado. Lo digo en general.

Las crisis son también oportunidades, como dice el doble significado de la palabra en japones. Son momentos para pararse, pensar, reconcebir y reconstruir la economía. Sin embargo, ni aquí ni fuera se ha hecho nada, distinto, a lo que se ha hecho siempre.

Se ayudó al que no se tenía que ayudar (bancos, inversores, etc…) y no se ayudó a quien realmente lo necesitaba. Y lo peor, es que los gobiernos, los políticos en general, nos llevaron a creer que era algo necesario, ineludible, si queríamos mantener el sistema.

Quizás el problema era el propio sistema. Quizás habría que haber dejado que cayera, para construir uno nuevo, más ecuánime y justo. Y sin embargo dejamos que nuestros gobernantes pagaran con nuestro dinero los errores de los poderosos, de aquellos que juegan a la lotería con nuestro trabajo. Todo porque temíamos perder lo que teníamos, cuando en realidad nos estaban arrebatando una parte de lo nuestro.

No les quepa duda. Nada de lo fundamental ha cambiado. Quizás hayan cambiado los actores, el escenario, probablemente cambien las burbujas, pero más tarde o más temprano, los problemas que llevaron a donde estamos resurgirán, quien sabe si con más fuerza, para que, por pura pasividad, volvamos a cometer los mismos errores de siempre.


2 comentarios:

  1. Si parece dificil que nada cambie sustancialmente, como dices el sistema favorece al que mas tiene, con lo cual no van a permitir cambios que pongan en peligro su poder económico.

    Siempre he pensado que estas crisis son como un reseteo para empezar a ganar dinero de nuevo. En este momento ya estábamos todos demasiado exprimidos como para que nos siguieran sacando más.

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  2. La crisis debe provocar hambre y muerte en un porcentaje alto de la población para que el pueblo fuerce un cambio. Si no, nuestros gobernantes nunca cambiarían su modo de vida, que les funciona tan bien.

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