La deslocalización parece ser un paraíso económico de gran interés. Permite abaratar costes y agrandar los márgenes de los beneficios. Esto se debe a que se produce en países donde cada producción concreta es muy barata y se vende a precios elevados en los países de origen de las empresas deslocalizadas. Para agrandar este margen, los productos así obtenidos conservan la nacionalidad de la empresa que los fabrica, por lo que no pagan buena parte de los aranceles e impuestos de entrada en este país. Para afianzar a estas empresas, sus grandes márgenes de beneficios les permiten gran flexibilidad en los mercados, sobre todo en políticas de precios, que pueden bajar muy por debajo de cualquier otra empresa incipiente que les pueda hacer la competencia. Esto rompe cualquier posibilidad de innovación en un sector, a no ser por un artículo completamente revolucionario, cuyos productores serán adquiridos de inmediato por la potente competencia deslocaliazada, o bien su patente, si no robada impunemente. El poder del dinero permite estas licencias. Como podremos ver esto es una gran invitación a deslocalizar.
La gran invitación a la deslocalización, por las ventajas observadas con anterioridad, es generalizada. Esto quiere decir que cualquier sector productivo, excepto la construcción, puede ser desplazada a un país económicamente más débil. Incluso la investigación, sobre todo de productos peligrosos, pude ser deslocalizada. La razón es que no sólo la mano de obra no especializada es más barata, sino que puede suponer un ahorro importante en medidas de seguridad para los trabajadores, el entorno, posibles vertidos...
Si nuestra deslocalización la hemos hecho a un país adecuado, nuestras posibilidades de obtener mayor rentabilidad se incrementan. Un país adecuado es una dictadura sobre la que podamos influir. Si nuestro poder económico no es aún demasiado importante, elegir un país de estas condiciones donde ya se sitúen otras empresas deslocalizadas puede ser una ayuda importante, pues podemos apoyarnos en estas otras empresas para incrementar su influencia y la nuestra. Un dictador bien pagado, puede permitir que se mine el poder adquisitivo de sus súbditos, si con ello se incrementa a su vez su poder adquisitivo además del margen de beneficios de las empresas deslocalizadas. Desde estas empresas y desde el gobierno controlado, se justificará toda acción en este sentido, negando cualquier explotación laboral o situación de esclavitud que se pueda dar a pesar de las evidencias. Cualquier acción contra el país o las empresas en el deslocalizadas podría tener un grave impacto en los mercados del primer mundo: sólo tenemos que imaginar el impacto del cierre repentino de Nike, con la consecuente suspensión de sus ventas y desaparición de sus productos del mercado. No solo supondría incontables consumidores sin poder contar con sus productos favoritos, tiendas especializadas cerradas, otras, sin una parte importante de su surtido, en camino al cierre a veces, y miles de empleados sin trabajo en el país de origen de la empresa deslocalizada, además de transportistas de distintos medios: camioneros, ferroviarios, marineros, pilotos... esto parece blindar a las grandes empresas deslocalizadas. Todo parece invitar a la deslocalización. ¿Es verdad que no tiene inconvenientes?
Varias son las formas en que se puede romper el encanto de estos paraísos de la deslocalización. La invitación, reitero, es general; incluso la producción de alimentos se puede deslocalizar. Otra ventaja es que, en el país adecuado, incluso puede bajar el poder adquisitivo de los trabajadores para la empresa deslocalizada con el tiempo. Conforme ese país depende cada vez más de las empresas deslocalizadas implantadas en él, se puede bajar cada vez más el poder adquisitivo de sus habitantes y hacerles depender cada vez más de su trabajo para estas empresas. Esto anima cada vez más a la deslocalización, además de la falta de competitividad de las empresas no deslocalizadas. La generalización de este proceso hace que en los países del primer mundo, originarios de las empresas deslocalizadas, el trabajo sólo se pueda encontrar en sectores no productivos, que quizás no puedan absolver a toda la población activa. En este caso, se pueden generar importantes bolsas de desempleo y una bajada general del poder adquisitivo que acabaría reduciendo el consumismo, minando así mismo los mercados. Los mercados minados, rotos, pueden ser un peligro en cierto modo asumible y afrontable, pero no el único ni el peor peligro de la deslocalización.
Dos grandes peligros son los que pueden destrozar a las empresas deslocalizadas y, posiblemente, el bienestar del orgulloso primer mundo, con el añadido de que estos peligros son contagiosos por varios caminos.
El dictador codicioso puede ser un gran peligro para las empresas deslocalizadas en su país. Lo solemos controlar y puede que si no conviene y vemos su peligro, lo cambiemos por otro sin problemas. En cada ocasión, el siguiente dictador, puede haber aprendido de su antecesor. Esto puede ser en todos los sentidos. El cambio que en un momento se realizó sin problemas, en otro puede acabar con una guerra civil o con la creación de un mártir nacional que aliente a todo el país en contra del uso y abuso de sus habitantes por empresas extranjeras. En estos dos últimos casos, como poco, la producción puede ser notablemente dañada. La guerra civil puede acabar en favor de seguir con la deslocalización o en contra de esta. En este primer caso, la imagen exterior es de que el país está sometido, incluso sus gobernantes, aunque no lo pareciese. Otros gobernantes de países en situaciones parecidas tomarán nota, sobre todo, al haber visto que las empresas deslocalizadas en ellos pueden depender en mucho de estos países. No se puede evitar que algunos se crean más listos y que alguno lo sea, transformándose en un mártir o en un vencedor que animará aún más al resto. En consecuencia, esto dificulta las posibilidades de deslocalizar y vacía los mercados de productos deslocalizados afectados por estos desordenes. Es la oportunidad para otras empresas de tomar esos mercados y de publicitarse como no deslocalizadas, ganándose así a un público muy sensibilizado.
Otro peligro, viene de la consciencia de la propia situación del trabajador para una empresa deslocalizada. Esto surge del propio espíritu de la deslocalización: producir en otros países para producir lo más barato posible para vender lo más caro posible. Muy distinto de: invertir en otros países para activar su economía. En este sentido, el abaratar los costes incluye rebajar en lo máximo posible el poder adquisitivo de nuestros trabajadores para producir lo más barato posible. En este sentido, el trabajador es cada vez más consciente de que produce productos que “JAMÁS” podrá disfrutar. Esta consciencia se refuerza conforme lo hace su explotación y conforme se debilitan sus posibilidades económicas o los servicios que llega a recibir a cambio de su trabajo. Esto genera un descontento que buscará la forma de enfrentarse al orden impuesto. Ante la menor oportunidad, aparecerán enfrentamientos cada vez más logrados y efectivos. El éxito o la noticia de confrontación en un sector de una fábrica deslocalizada, puede hacer que el resto de la fábrica, tanto como el resto de negocios parecidos, reproduzcan la misma actitud, desbordando la situación, arruinando incluso la viabilidad de las instalaciones productivas. Esta concienciación y estas actitudes pueden ser incluso fomentadas por un gobernante que podría ser un mártir para su pueblo en caso de ser apartado de su puesto. Estas actitudes, también son contagiosas a otros países. Los problemas de salud de una comunidad afectada por una empresa contaminante son aún más impredecibles y difíciles de sofocar que los casos contemplados anteriormente. Esto se agrava aún más por la generalización de la deslocalizacíon, como veremos más adelante.
Hasta ahora sólo vemos los casos de deslocalización en la elaboración de productos y, posiblemente en la investigación. La deslocalización de la producción agrícola, ganadera o pesquera también es posible, pero por cauces distintos. Hoy la compra de estos productos, por parte de los distribuidores, se hace a través de lonjas esencialmente. Hoy, esto ha desembocado en precios abusivamente bajos de compra para los productores de estos productos, que se traducen en precios de venta al público excesivamente altos. El intento de incrementar los márgenes de beneficios de estos grandes distribuidores, puede retirar a muchos productores de sus negocios y que se reivindiquen tratos de favor, medidas proteccionistas por parte de los que quedan. Esto, puede ser vencido, una vez más, adquiriendo o produciendo estos productos en lugares donde es más barato y los márgenes de beneficios mayores. Esto se produce, entre otras razones, porque ha existido gran dejadez en la diversificación del sector en los países desarrollados. En la Comunidad Europea, últimamente, se realiza una política agraria y ganadera claramente especulativa, sin mostrarse interés por la producción del sector, su especialización, diferenciación y diversificación en origen. Esto tiene un resultado que veremos más adelante.
El resultado es esta situación delicada, en que se puede buscar sistemas análogos a los de la producción industrial, para que se produzca esta deslocalización agraria, ganadera y pesquera, además del propio tedio de los productores en los países desarrollados. Las consecuencias pueden llegar a una importantísima dependencia del primer mundo de los países donde se ha deslocalizado la producción. Como hemos visto antes, la mayor competitividad de las empresas deslocalizadas lleva a ello a las demás. La toma de consciencia de los dirigentes de esos países o de personas que podrían tomar su control, podría derivar en situaciones como las puestas en relieve anteriormente. En ninguno de estos casos se trata de un simple cambio de papeles: de países ricos y pobres; esto sería un problema traumático que podría resolverse de forma violenta en muchos sentidos: enfrentamientos civiles o entre países, armados o no, revueltas y necesidades insatisfechas en todos los frentes y sentidos, que acentúan a su vez los enfrentamientos. Esto sólo se puede evitar buscando alternativas a la deslocalización, las hay y pueden ser mucho más productivas y rentables para todos, pero eso será otro tema.
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Muy buen artículo. Esto es una bola de nieve, el que no quiera deslocalizar se verá a ello por pura competencia.
ResponderEliminarEn fin...
Muy buen articulo y muy de acuerdo con mis ideas.
ResponderEliminarSe estan repartiendo los premios "Arte y Pico" a los blogs mas trabajados, interesantes,....
Me han concedido varios a uno de mis blogs. Creo que os mereceis uno. Os lo dejo en mi blog de humor:
http://lawarradelosmundos.blogspot.com/2008/02/4-premio-arte-y-pico.html
Aunque no os lo creáis, soy yo tambien en el autor (digo lo de no os lo creáis, porque no se parece a El Economista Accidental, jejeje!!!)
Muchas gracias, le daré vuestras felicitaciones al autor. Yo por mi parte pido disculpas por no aparecer tan a menudo en las publicaciones.
ResponderEliminarUn saludo.
Este blog, aunque empezó hablando de la burbuja inmobiliaria y de cosas del ladrillo, ha derivado, como parece inevitable, a los problemas económicos (de los que la burbuja inmobiliaria era uno).
ResponderEliminarEn cuanto a la deslocalización, Estados Unidos es ejemplar. Se habían convertido en un país de consumidores a crédito. Cuando llegaron los usureros (perdón, los banqueros) a cobrar, resultó que o no habían encontrado trabajo (empresas deslocalizadas) o no llegaban a fin de mes con el que tenían (hiperinflación). Ahora tenemos una gran crisis, porque los países productores dependen de los consumidores para colocar sus mercancías, pero éstos no tienen con qué pagar, porque ya no producen nada. Si todo está deslocalizado menos el sector inmobiliario, no es de extrañar que una burbuja en esta industria sea tan impactante.