viernes, 13 de julio de 2007

Burbujas con Historia: la fiebre de los tulipanes (1ª parte)

La historia demuestra que la crisis de 1929 de la Bolsa de Nueva York no ha sido la única crisis derivada de una excesiva especulación de valores. De hecho, uno de los pueblos que más tienen fama de sensato y trabajador, el holandés, fue víctima de uno de los episodios más salvajes, trágicos y probablemente insensatos en la historia de la economía humana. Me estoy refiriendo a “La fiebre de los tulipanes”.

Todo el mundo tiene una impresión de que los holandeses son un pueblo emprendedor, que ha conseguido con un país muy pequeño en superficie, ser uno de las economías más saneadas del mundo occidental. Este panorama actual no se diferenciaba mucho del vivido a principios de 1630. Una vez independizados de los españoles, los holandeses constituyeron la Compañía de las Indias Orientales y consiguieron fundar un enorme imperio comercial que iba desde Japón hasta los territorios españoles en América. Dicho comercio trajo la riqueza a Holanda, así como intercambios culturales, extrañas y curiosas mercancías… y nuevas especies de animales y plantas. Una de esas especies era el tulipán.

El tulipán, pese a la inseparable asociación con Holanda, procede de Turquía, y llegó a Holanda a finales del siglo XVI. Al principio los tulipanes eran unas flores corrientes con unos colores lisos, que eran producidos en grandes cantidades y vendidas a unos precios baratos. Pero algunos, muy pocos y aparentemente al azar, fueron atacados por una rara enfermedad que conseguía alterar sus colores sin marchitarlos, creando franjas de colores como llamaradas de enorme belleza. Ahora es sabido que los bulbos de los tulipanes “mutantes” son atacados por un virus benévolo que transportan los pulgones y contagian a los bulbos cuando se alimentan de ellos, y es bastante probable que esta información hubiera sido un secreto industrial que se hubiera vendido como el oro y salvado a Holanda de la debacle financiera que vino a continuación. Dichos tulipanes, o más concretamente sus bulbos, acabaron convirtiéndose en objeto de coleccionista al ser tan raros, como los cuadros, los sellos o los documentos antiguos hoy en día.

Al incrementar la demanda de tales artículos, los precios empezaron a subir. Y al empezar a subir los precios los especuladores entraron en juego. Rápidamente se comenzaron a comprar tulipanes de estos tipos (la clase más apreciada era la especie “semper augusta”) y el incremento excesivo de demanda catapultó los precios hasta límites inimaginables, creándose un círculo vicioso compra-aumento-compra. Conforme los beneficios de la especulación se iban incrementando, no sólo los especuladores “profesionales” participaban en las operaciones, sino que fueron emulados por mercaderes, artesanos e incluso trabajadores, granjeros y peones que emplearon no sólo el dinero acumulado en toda su vida, sino también el ganado mediante préstamos a un interés muy elevado.

Incluso el hándicap biológico que este negocio planteaba (los tulipanes tardan siete años desde que se planta la semilla hasta que se generan las flores) fue superado: Los especuladores formalizaban contratos de grandes reservas de bulbos pagando una cantidad como garantía, que normalmente constituía el 10 o el 20% de su valor total, formalizándose así uno de los mercados de futuros más extraños de la historia, que hacía que los precios de los tulipanes siguieran creciendo incluso antes de que creciera la propia planta.

CONTINUARÁ...

Realizado por Bobby

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